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Tras dos años de pandemia, la mayoría estamos hartos. Las cifras de contagio de covid son más altas que nunca, y en muchos países las tasas de hospitalización vuelven a crecer rápidamente.
Pero a pesar de este horizonte oscuro, nuestro deseo es volver a la normalidad. Querríamos quedar con amigos en un bar, o invitarles a cenar a casa; querríamos que nuestras maltrechas empresas volvieran a crecer como lo hacían antes de la pandemia; querríamos que nuestros hijos volvieran a las que una vez fueron sus rutinas en los colegios (a los que queremos que acudan de forma presencial) y en las actividades extraescolares. Querríamos montarnos en un autobús, cantar en un coro, volver al gimnasio o bailar en una discoteca sin miedo a contagiarnos de covid.
Pero, ¿cuántas de estas actividades son seguras, y en qué medida lo son? Estas han sido las preguntas a las que hemos tratado de responder en nuestra última investigación.
El SARS-CoV-2, el virus que causa la covid, se transmite fundamentalmente por el aire. De ahí que la clave para evitar contagiarnos esté en entender cómo es el comportamiento de estas partículas que circulan por el aire, lo que requiere conocimientos tanto de física como de química.
El aire es un fluido compuesto por moléculas invisibles que se mueven de forma rápida y aleatoria. En este mar de moléculas flotan los aerosoles respiratorios, que pueden contener el virus y terminan dispersándose por los espacios interiores, como por ejemplo lo hace el humo de un cigarillo en una habitación o un autobús. Una persona infectada puede exhalar aerosoles que contengan el virus, y cuanto más cerca de ella nos encontremos, mayor posibilidad hay de que los inhalemos. Además, cuanto más tiempo estemos en la misma habitación, más virus inhalaremos. Si nos encontramos en exteriores, el espacio es casi infinito y el virus no se comporta de la misma forma, aunque nos podemos infectar igualmente si hablamos cerca de un contagiado.
Un infectado puede emitir partículas virales cada vez que respira, pero estas son especialmente abundantes cuando se trata de respiraciones profundas (como cuando se hace ejercicio) o cuando de forma simultánea a la respiración se realiza vocalización (hablar o cantar). Una mascarilla bien ajustada reduce la transmisión porque disminuye la cantidad de partículas víricas emitidas. Es mucho menos probable que nos contagie una persona infectada que no lleve mascarilla y que esté tranquilamente sentada en un rincón, que otra que se acerque a nosotros y empiece a discutir acaloradamente.
Todas las variantes de SARS-CoV-2 se transmiten por el aire, pero las posibilidades de contraer el virus dependen de la transmisibilidad o contagiosidad de cada variante (la delta era más contagiosa que las variantes anteriores, pero la ómicron lo es aún más) así como del número de personas que estén infectadas en un momento dado (la prevalencia de la enfermedad). En el momento en que escribimos este artículo, el 97 % de los casos de covid en Reino Unido corresponden a la variante ómicron, y uno de cada 15 ciudadanos están infectados (es decir, la prevalencia es del 6,7 %). Y a pesar de que ómicron parece más contagiosa, también parece que provoca cuadros menos severos, especialmente entre las personas vacunadas. Pero la gran velocidad de contagio puede llegar a saturar a los sistemas de salud.
Probabilidad de infectarse
En nuestro estudio hemos calculado la forma en que las distintas situaciones de transmisión hacen que varíe la probabilidad de infectarse: factores víricos (transmisibilidad, prevalencia), factores personales (llevar la mascarilla / no llevarla, estar haciendo ejercicio / estar en reposo, realizar alguna actividad de vocalización / estar en silencio), factores relativos a la calidad del aire (interiores / exteriores, habitaciones grandes / habitaciones pequeñas, llenas de gente / con poca gente, ventiladas / no ventiladas).
Para realizar este cálculo hemos analizamos de forma minuciosa los datos empíricos relativos al número de personas que se habían infectado en eventos supercontagiadores en los que los parámetros clave (el tamaño de la habitación, el número de personas que había en ella, los niveles de ventilación, etc.) estaban bien documentados, y posteriormente hemos representado cómo se producía dicha transmisión a través de un modelo matemático.
Los gráficos, que está basados en nuestro artículo y que mostramos abajo, dan un porcentaje de posibilidades de infectarse en distintas situaciones (pueden ampliarse haciendo clic sobre ellos).