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Charla a cargo de Hanna Escobar Correa. Química Farmacéutica, MPP, MSc. Docente en Políticas Públicas, líder senior en política sanitaria de Edelman Global Advisory.

El concepto de la “espiral del silencio”, aborda cómo las personas tienden a callar sus opiniones si perciben que son impopulares, por miedo al rechazo social. Esta teoría, propuesta por la socióloga alemana Elisabeth Noelle Newman en 1974, sugiere que este fenómeno ocurre tanto en situaciones públicas como en el ámbito de la salud.

Desde una perspectiva ética, como la de Kant, esto reflejaría una forma de moral heterónoma, con reglas impuestas, donde la conformidad social puede prevalecer sobre la expresión individual, generando autocensura. Este fenómeno se intensifica con la percepción del clima de opinión, tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales, donde la mayoría puede influir significativamente en la autopercepción de las opiniones minoritarias.

La conformidad social juega un papel crucial, ya que muchas personas prefieren evitar conflictos y críticas al adoptar las opiniones predominantes, aunque no las compartan realmente. Esta adaptación a la mayoría puede llevar a una burbuja de opinión en las redes sociales, donde se percibe que la propia opinión es la generalizada, alimentando así la espiral del silencio y aumentando la autocensura.

A medida que más personas con opiniones minoritarias optan por el silencio, se refuerza la percepción de que las opiniones mayoritarias son más válidas, lo cual puede distorsionar la realidad del consenso público. Este efecto se ve amplificado en los entornos digitales, donde los algoritmos y los análisis de sentimientos pueden prolongar la ilusión de una opinión mayoritaria dominante.

En el ámbito de la salud, esta dinámica puede ser especialmente relevante, afectando la comunicación entre profesionales y pacientes. Esto fue evidente, por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19. Muchas personas, incluidos profesionales de la salud, evitaron discusiones sobre la vacunación por temor a ser estigmatizados. Este fenómeno limitó la comunicación efectiva y perpetuó estereotipos, como etiquetar a quienes tenían dudas como “antivacunas”, lo cual frenó el diálogo necesario para abordar preocupaciones legítimas y fomentar la adhesión a las medidas preventivas.

Otro ejemplo se encuentra en los pacientes que ocultan síntomas durante las consultas médicas debido a la carga social que conllevan ciertas enfermedades. La vergüenza y el miedo al rechazo social los llevan a guardar silencio, afectando la calidad del diagnóstico y tratamiento que reciben. Esta dinámica ilustra cómo la espiral del silencio puede obstaculizar la atención personalizada y efectiva que requieren los pacientes.

En el contexto laboral, los trabajadores de la salud también experimentan el efecto de la espiral del silencio. Por ejemplo, en los comités de ética de las instituciones sanitarias, el temor a represalias o al aislamiento puede llevar a la omisión de problemas graves que afectan la calidad del cuidado del paciente. La falta de una comunicación abierta y honesta dentro de los equipos de salud puede mantener prácticas inadecuadas y problemas subyacentes que podrían evitarse.

Este fenómeno no solo impacta a nivel individual y profesional, sino que también tiene consecuencias comunitarias significativas. Durante crisis como la actual del sistema de salud, marcada por una intensa polarización política, la espiral del silencio puede inhibir aún más el debate constructivo y la búsqueda de soluciones efectivas. Las opiniones diferentes pueden ser suprimidas por miedo a ser etiquetadas, afectando así la búsqueda de consensos y mejoras en el sistema de salud.

La bioética y la humanización en la prestación de servicios de salud son esenciales para contrarrestar estos efectos negativos. La autonomía del paciente y la responsabilidad ética de los profesionales de la salud se ven comprometidas cuando la comunicación se ve coartada. La humanización en el modelo de atención busca justamente contrarrestar esta matriz de despersonalización que resulta en un ambiente poco acogedor y respetuoso del paciente. 

Las consecuencias de la falta de información derivan en barreras en la comunicación, debilitamiento de la confianza, incapacidad de dar respuestas oportunas, una percepción de falta de apoyo, menor adherencia a los tratamientos, desinformación y un reforzamiento de la espiral del silencio que se ha mencionado. 

Para superar esta espiral se requiere educar al paciente hablándole claramente de su condición, su tratamiento y sus derechos para hacerlo partícipe de las decisiones y animándolo a expresar sus opiniones sin miedos o reservas. Una comunicación efectiva y empática facilita que el paciente transmita mejor sus síntomas, preocupaciones y expectativas, que reduzca el miedo y la ansiedad y se sienta más motivado a seguir el tratamiento.

La conferencia completa en: ANÁLISIS EN LA FRONTERA BIOÉTICA

Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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