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El Instituto de Estudios Bioéticos -ICEB. Sociedad adscrita a la Academia Nacional de Medicina, organizó el pasado 27 de noviembre, un encuentro para hablar sobre los “Factores biopsicosociales de los daños autoinducidos y el suicidio” con la participación de varios especialistas en salud mental.
El Académico Dr. Alvaro Rodríguez Gama, psiquiatra y Coordinador de la Comisión de Salud de la Academia Nacional de Medicina, se refirió al contexto de guerra constante que ha mantenido a Colombia entre los seis países más violentos del mundo durante los últimos 25 años. Esta violencia ha llevado a un éxodo masivo, especialmente entre los jóvenes, provocando un deterioro de la fuerza laboral y una profunda crisis social. La migración, junto con el desplazamiento interno, está destruyendo familias y comunidades, afectando la salud mental de la población.
El fenómeno de la desintegración familiar es otra consecuencia alarmante. En la actualidad, muchos jóvenes rechazan la idea de formar familias tradicionales, citando la inestabilidad como una razón principal. De hecho, una tercera parte de los nacimientos en Colombia ocurren sin la presencia de un padre responsable, lo que crea un vacío emocional y genera desafíos para las madres solteras, que deben enfrentar la crianza en condiciones muy difíciles. A esto se suman las altas tasas de divorcios y separaciones y el creciente aislamiento social, con una población que por decisión propia o por circunstancias de la vida, cada vez más vive sola, enfrentando las consecuencias psicológicas de este hecho.
Además de la crisis social, Colombia está sufriendo un colapso en su sistema educativo y laboral. Las universidades y colegios enfrentan altas tasas de deserción y costos elevados en la educación, mientras que los egresados se ven obligados a trabajar en empleos precarios, sin garantías de estabilidad o bienestar. El panorama se agrava aún más con las consecuencias de fenómenos como la pobreza extrema, la violencia intrafamiliar, la violencia sexual, el acceso limitado a la atención en salud mental y las catástrofes naturales, exacerbadas por el cambio climático creando un panorama poco alentador.
El 40% de los colombianos presentará al menos un trastorno mental en algún momento de su vida, y solo 1 de cada 10 con este diagnóstico, recibirá atención psicológica. Las estadísticas por suicidio no suelen mostrar el panorama completo por la estigmatización y por factores familiares, sociales, religiosos y económicos que llevan al ocultamiento, convirtiéndose en un problema de salud pública de gran magnitud.
El Dr. Fabio Leonardo Peñuela, psicólogo y quien hace parte de la Red de Psicólogos Sin Fronteras, hizo énfasis en la importancia de entender y practicar la “higiene mental” como complemento a la salud mental. Mientras la salud mental es un tema comúnmente tratado, a menudo se descuida el cuidado de nuestros pensamientos y emociones cotidianas. La higiene mental implica estar conscientes de nuestras emociones y pensamientos, reconocerlos, y procesarlos adecuadamente. Muchas veces solo trabajamos con un número limitado de emociones, sin darnos cuenta de la vasta gama emocional que podemos experimentar, hay 196 emociones estudiadas y 104 en estudio. El Dr. Peñuela sugiere reconectar con las emociones que no solemos trabajar, a través de la escucha activa y el entendimiento de nuestras emociones para crear un espacio de crecimiento personal.
Las emociones son contagiosas y un pequeño gesto como una sonrisa o un abrazo puede transformar nuestra relación con los demás. La falta de contacto humano genuino, debido a la dependencia de la tecnología, está afectando negativamente la forma en que nos relacionamos y gestionamos nuestras emociones y para tener una salud mental adecuada las emociones deben estar en equilibrio, tanto las que identificamos como “agradables” como las “desagradables”. Integrar el manejo emocional en nuestro día a día se puede hacer a través de pasos concretos: identificar, aceptar, comprender, evaluar, expresar, recapacitar y aprender de nuestras emociones.
Debemos permitirnos sentir, aprender a evaluar nuestras emociones e identificar cuál es la necesidad detrás de ellas, porque tenemos rabia, o miedo, o apatía, o tristeza. Las emociones son momentáneas pero pueden instalarse en el pensamiento e incluso convertirse en sentimiento. Aprender a gestionar y controlar nuestras emociones son el primer paso para una buena higiene mental.
El Dr. Alejandro Navarrete Hernández, jefe del servicio de psiquiatría del Hospital Central de la Policía, abordó el tema de la conducta suicida, reconociendo el sufrimiento que este fenómeno causa no solo a las personas directamente involucradas, sino también a sus familias, a los profesionales de la salud y a la comunidad en general. Aunque la investigación ha avanzado en el conocimiento de los factores de riesgo bioquímicos y genéticos relacionados con el suicidio, la prevalencia sigue siendo alta en Colombia, especialmente en comparación con otros países de la región.
La conducta suicida podría definirse como una secuencia de eventos que se da de forma progresiva y que va desde la ideación hasta la consumación del acto. La colaboración entre diversas disciplinas, como psiquiatría, psicología y ciencias sociales, es fundamental para comprender la complejidad del suicidio y mejorar las intervenciones. En Colombia, son las mujeres quienes presentan más intentos de suicidio, pero los hombres, con casi el 80%, son quienes más lo llevan a cabo. Factores como la violencia, el consumo de sustancias y el aislamiento social son determinantes, el impacto de las estructuras familiares, los roles de género y las dificultades socioeconómicas también contribuyen a este fenómeno, creando un contexto de vulnerabilidad que requiere atención urgente.
Los estudios recientes han mostrado cómo la exposición temprana a adversidades, violencia, pobreza, desnutrición o condiciones de vida difíciles, puede generar alteraciones neurobiológicas que predisponen a trastornos mentales y aumentan el riesgo de suicidio. Factores con mayor predisposición como tener una enfermedad mental activa, pérdidas grandes y significativas, exposición a drogas o estar en una situación de desempleo por mucho tiempo, propician una sensación de sin salida que puede aumentar el riesgo. A nivel clínico, se han identificado áreas cerebrales clave, como las relacionadas con la regulación de emociones y el control de impulsos, que juegan un papel crucial en la impulsividad y la toma de decisiones arriesgadas. A pesar de los avances en el conocimiento de la biología detrás de la conducta suicida, el reto sigue siendo traducir estos conocimientos en herramientas prácticas de intervención.
El tratamiento del suicidio no solo debe centrarse en medicación, sino también en una intervención integral que incluya apoyo social y psicológico. La educación juega un rol “protector”, ya que un mayor nivel educativo se asocia con menores tasas de suicidio, aunque el acceso a la educación sigue siendo un reto en muchas regiones.
El uso de tecnologías, como la inteligencia artificial, abren nuevos caminos para predecir y prevenir el suicidio. Sin embargo, esto plantea dilemas éticos sobre la privacidad y autonomía individual que eventualmente llevarán a la sociedad a reflexionar sobre cómo equilibrar la intervención preventiva con la protección de los derechos individuales. La cooperación social, la justicia en la distribución de recursos y la construcción de redes de apoyo comunitarias son esenciales para reducir las tasas de suicidio, y como sociedad, debemos preguntarnos cómo podemos mejorar la salud mental a través de políticas públicas y un enfoque más integral en el bienestar social.
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Intervenciones en:
FACTORES BIOPSICOSOCIALES DE LOS DAÑOS AUTOINDUCIDOS
Resumen. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina