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Académico Carlos Pérez Díaz, especialista en patología infecciosa de la Universidad Nacional de Colombia. Pertenece a la Asociación Colombiana de Infectología y es Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina.
En el año 2000, tras culminar su formación como infectólogo en Brasil, el doctor Pérez regresó a Colombia con la convicción de que la medicina tropical debía ocupar un lugar central en el ejercicio clínico del país. Ingresó al Hospital Militar, donde asumió, de manera autónoma, la jefatura de la unidad de infectología, pues era el único integrante.
Su vocación por la medicina tropical nació de la fascinación por las enfermedades infecciosas. En São Paulo vivió la experiencia directa, pero en Bogotá, la medicina tropical era más un asunto de libros. El Hospital Militar Central era uno de los pocos que recibía casos directos por la situación de los soldados en regiones donde este tipo de enfermedades eran comunes.
Así nació su cátedra en la Universidad Militar, dedicada a enfermedades infecciosas y tropicales. Cada jueves, durante una hora, reunía a estudiantes para hablarles de mosquitos, leishmaniasis, parásitos, picaduras y zoonosis. Hacía excursiones al Jardín Botánico, visitaba zoológicos, con la firme intención de enamorar a una nueva generación de médicos por una especialidad médica muy lejana a la capital.
En su paso por el Instituto de Medicina Tropical de São Paulo, aprendió que la medicina tropical no es medicina exótica. Es la medicina del país tropical. En Colombia, la paradoja es que la mayoría de médicos se forma en zonas de montaña, pero la mayoría de la población vive por debajo de los 1.600 m. No es raro entonces, que muchos médicos no sepan diagnosticar enfermedades tropicales. Una responsabilidad estructural, reflejo de un sistema de salud y una educación médica que ha ignorado a la Colombia tropical.
Las enfermedades tropicales son, casi en su totalidad, prevenibles. Para el Dr. Pérez, una buena gobernanza que garantice agua potable y condiciones sanitarias básicas puede salvar más vidas que cualquier especialista en un hospital. “La medicina tropical no es una patología exótica, es el reflejo de nuestra pobreza”, señala. La vigilancia de primates, la vacunación preventiva y el monitoreo de fronteras epidemiológicas no pueden ser tareas post-emergencia. Deben ser política pública permanente.
En casos como el de la fiebre amarilla, la vacunación debería ser parte del Plan Ampliado de Inmunizaciones, especialmente en zonas por debajo de los 1.800 m. En el entorno urbano, el mosquito Aedes aegypti se convierte en el principal vector, ya que se adapta fácilmente a los hogares y al agua estancada. La enfermedad tiene tres fases clínicas: infección, remisión y toxémica. Su curso es rápido, de aproximadamente una semana, y si no se trata adecuadamente, puede ser mortal.
La vigilancia epidemiológica es crucial. A través de ella se identifican los casos, se calculan las coberturas de vacunación y se controlan los focos de transmisión. Como muchas personas pueden ser portadoras asintomáticas, el virus sigue circulando incluso cuando no hay síntomas visibles. Por ello, es esencial mantener altas coberturas de vacunación y tener claro quiénes están en riesgo para evitar brotes futuros.
La vacuna está contraindicada en pacientes con comorbilidades que causen inmunosupresión, en mujeres embarazadas, en bebés menores de 9 meses y se debe tener precaución en madres lactantes. En adultos mayores de 60 años, se debe analizar la condición particular de cada paciente para establecer si es mayor el beneficio que el riesgo. Para el resto, la OPS/OMS recomienda una vacunación universal en niños en países endémicos a los 12 meses de edad, según el calendario de vacunación de cada país. También asegurar la vacunación a todos los viajeros a áreas endémicas por lo menos 10 días antes de viajar.
La vacuna es de por vida, no requiere refuerzos periódicos, aunque recibir dosis adicionales no causa daño. Es una de las pocas vacunas con virus vivos que tiene inmunidad dual, celular y humoral, con células de memoria.
Señala el doctor Pérez que las vacunas existentes para enfermedades tropicales son altamente eficaces, pero se requiere un compromiso serio para que a futuro las víctimas que fallecen por estas enfermedades prevenibles sean historia.
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Intervención en:
ACTUALIZACIÓN EN INFECCIÓN POR EL VIRUS DE LA FIEBRE AMARILLA EN COLOMBIA
Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina
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