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La última sesión del 2024 de la Sociedad de Historia de la Medicina, tuvo como invitado al Académico doctor Hugo Alberto Fajardo Rodríguez, egresado de la Universidad Nacional de Colombia, especialista en medicina interna, especialista en epidemiología y fundador de la especialidad en medicina aeroespacial de la Universidad Nacional. 

Para el doctor Fajardo, la historia de la medicina interna en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional ha sido forjada por diversos escritos, muchos de ellos de alumnos que rindieron homenaje a los profesores que hicieron contribuciones fundamentales a esta disciplina. La medicina interna tiene su orígen en la patología interna, que se remonta al siglo XVI a.C. con el papiro de Ebers (uno de los más antiguos tratados médicos y de farmacopea conocidos) que tenía los primeros registros sobre “enfermedades internas”. El concepto como tal de medicina interna, surgió en Alemania, y se refería al médico que aborda el interior de un problema clínico, usando el conocimiento que proviene de la ciencia experimental. Hoy, el Colegio Americano (ACP) lo define como la especialidad que aplica el conocimiento científico y la experiencia clínica para el diagnóstico, tratamiento y atención humanitaria de los adultos a través del espectro de la salud hasta la enfermedad compleja.

Durante el siglo XIX, avances como la bacteriología de Robert Koch y la microbiología de Louis Pasteur, junto con la fisiopatología de Claude Bernard, ayudaron a desarrollar el enfoque experimental de la medicina interna. Así, los internistas empezaron a combinar el cuidado del paciente con el uso de laboratorio para comprender mejor las enfermedades. El gran precursor de la medicina interna fue Sir William Osler, quien subrayó la importancia de la observación clínica, el aprendizaje junto a la cama del paciente y el uso de la autopsia para entender las enfermedades. Él sostenía que “la práctica de la medicina es un arte, no un oficio, una vocación no un trabajo; una vocación en la cual su corazón tiene que ejercitarse tanto como su cabeza”.

La Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, fundada en 1867, desempeñó un papel crucial en la consolidación de la medicina interna en Colombia. En sus primeros años, la enseñanza de la medicina estaba centrada en patología externa e interna, pero fue en 1891 cuando se estableció formalmente la Cátedra de Medicina Interna bajo la dirección del doctor José María Lombana Barreneche, considerado el padre de esta disciplina en Colombia. El doctor Lombana, que también fue presidente de la Academia Nacional de Medicina, fue un gran clínico, conocido por su meticuloso examen físico de los pacientes, su visión integral de la enfermedad estudiando el mecanismo de los síntomas y los síndromes, y por la formación de grandes especialistas como Carlos Trujillo Gutiérrez, Alfonso Uribe Uribe, Julio Aparicio y Edmundo Rico, referentes de la medicina interna en Colombia.

La formación en la facultad tenía gran influencia de la escuela francesa. Muchos de los profesores realizaron estudios en Francia y esta influencia se mantuvo hasta mediados del siglo XX. Las ramas incluyeron la clínica médica y semiológica donde brillaron profesores como Carlos Esguerra, Abraham Salgar, Martín Rodríguez, Julio Aparicio, Alfonso Uribe, Uribe, Miguel Canales, Luis Felipe Calderón, Pablo Llinás, Jorge Bernal Tirado y Ricardo Cediel Ángel. El profesor Uribe Uribe sostenía que las ciencias exactas, fisicoquímicas y biológicas eran indispensables pero insuficientes para resolver los problemas que el enfermo planteaba y que se hacían necesarias también  la psicología, la estética, la moral, la sociología y hasta la metafísica. Una visión integral de la medicina.

La clínica tropical fue otra cátedra importante en la facultad, allí se estudiaban enfermedades infecciosas y parasitarias. En este campo, se destacó el trabajo de Luis Zea Uribe quien estableció la cátedra, Roberto Franco, un pionero en la investigación médica y en la introducción de nuevas técnicas diagnósticas, como el mielograma y Luis Patiño Camargo, autor de varias publicaciones sobre medicina tropical. 

En el servicio hospitalario del Hospital San Juan de Dios, donde se llevaba a cabo la práctica clínica, la estructura hospitalaria y académica estaba organizada bajo un sistema jerárquico bien definido. El profesor titular era la figura central, bajo él se encontraban los profesores agregados, los jefes de clínica y los internos, en ese orden. Estos cargos se obtenían por rigurosos concursos, y los roles estaban bien definidos. Los jefes de clínica dirigían el servicio y tomaban decisiones, los profesores agregados enseñaban los aspectos teóricos de las clínicas en obstetricia, patología quirúrgica, patología médica (o interna), etc., la parte teórica de la clínica médica estaba a cargo del profesor titular. Los profesores agregados podían ascender a titulares, creando una organización que respetaba antigüedad, conocimiento y experiencia.

En la década de 1950, varias misiones internacionales que llegaron a Colombia hablaron de la importancia de los hospitales universitarios ligados a la formación médica. Esta década trajo también la creación de asociaciones y sociedades como ASCOFAME en 1959, la Sociedad Colombiana de Medicina Interna en 1949 -que no perduró- y la Asociación Colombiana de Medicina Interna que se estableció en 1958. En 1963, ASCOFAME reglamentó las especialidades bajo la dirección del Académico José Félix Patiño, quien también durante su rectoría en la Universidad Nacional, creó los departamentos en la facultad de medicina.

El Departamento de Medicina Interna se formó en 1973, gracias al Acuerdo 33 de ese año y dio origen a nuevas especialidades -o subunidades- en neurología, reumatología, patología infecciosa y dermatología, formando a prestigiosos médicos en cada una de estas especialidades por generaciones. En 1988 llegó la neumología, en 1993 la hematología, luego cardiología y ya en el siglo XXI la medicina aeroespacial, la geriatría y la medicina del deporte, todas adscritas a medicina interna.

La excelencia clínica, el juicio clínico refinado, la compasión, el humanismo, el entusiasmo por el cuidado del paciente y el compromiso con la educación son algunos de los valores fundamentales que guían la formación de los internistas. El doctor Fajardo considera que es momento de renovar algunos aspectos de la carrera que han permanecido inalterables por décadas, y a la luz de la ciencia actual, se hace necesario adaptar la formación médica a las necesidades de esta época.

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Intervención completa en: 

MEDICINA INTERNA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA: HISTORIA Y PERSONAJES

Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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