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Por Pablo Rossell-Cock
Sería una utopía que en estos días convulsos de polarización, de descontento por esto y aquello, los adversarios ideológicos se enfrentaran mediante la argumentación, la ironía y el humor inteligente, y no mediante la difamación y la calumnia.
Hace más de un siglo, durante la Guerra de los Mil Días, un grupo de pensadores en Bogotá creó una tertulia llamada La Gruta Simbólica. Estaba formada por más de 70 intelectuales— no había ninguna mujer— que tenían cercana la muerte de José Asunción Silva y venían con las ideas de los poetas malditos Baudelaire y Verlaine. Se reunían en casa de uno de ellos, recitaban, hacían representaciones teatrales, concursos de sonetos y piropos, improvisaciones, crítica literaria, “arreglaban el país” y mamaban gallo de lo lindo. Finalizaba el siglo XIX y empezaba el XX, y no existía ni la radio, ni la televisión y la interacción humana, como es natural, se hacía a través del cara a cara.
Una anécdota de aquel entonces, que ilustra el ingenioso humor bogotano, sucedió cuando el joven poeta boyacense Julio Flórez escribió y declamó una oda a Víctor Hugo, que generó entre los presentes una silbatina unánime. Acto seguido, un contertulio preguntó de manera inquisitiva quiénes habían silbado al bardo en ciernes, a lo que alguien respondió sin titubear: Los miserables.
Existieron en Bogotá otros lugares de encuentro similares que transcurrían en cafés como Las Bodegas de San Diego, el Café Windsor, el Café Riviere, el Café Inglés y Gato Negro. El Automático fue muy conocido por ser el sitio de reunión de León de Greiff, Eduardo Castillo, César Uribe Piedrahita y los Zalameas. En uno de aquellos cafés, La Gran Vía, el genio de la caricatura Ricardo Rendón puso la rúbrica final a su vida con un tiro en la sien.
La Gruta Simbólica fue para la bohemia del interior del país, lo que cuarenta años después sería La Cueva en Barranquilla, donde se reunieron García Márquez, Orlando “Figurita” Rivera, José Félix Fuenmayor, Álvaro Cepeda, Germán Vargas y Alejandro Obregón, entre otros. También en Montería, el grupo de arte y literatura El Túnel, bajo la batuta del escritor José Luis Garcés, promueve y divulga la cultura regional desde 1975.
La tecnología hace que las opiniones se compartan más y a mayor velocidad, y los remitentes repantigados en sus sillones y envalentonados por no verse a los ojos se expresen a punta de Instagramazos, Whatasappazos y Twitterazos. Razón tenía alguien en afirmar que la tertulia es como un libro que se toca, se huele y se lee, mientras que el chat, es insípido y enamora menos los sentidos. Un buen intento de recuperar los espacios de controversia ideológica hoy son los “Spaces” de Twitter, que podrían enriquecer el clima cultural como en los tertuliaderos de antaño.
No soy de los que piensan que todo tiempo pasado fue mejor. Unas cosas mejoran y otras, por el “progreso” y el advenimiento de las nuevas tecnologías, empeoran, como sucede hoy con las imprescindibles interacciones humanas.
Columna El Meridiano de Córdoba. 3-07-2021
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El Dr. Pablo Rosselli Cock es Médico cirujano, ortopedista y traumatólogo, Pontificia Universidad Javeriana. Fellow en investigación en Ortopedia Infantil, Dupont Hospital for Children, Wilmington, Delaware, Estados Unidos y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina