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Por Remberto Burgos
Después de la pandemia y la improductividad económica aumentó la incidencia de los trastornos mentales especialmente focalizado en la población joven. El informe del consejo de Colombiana de Seguridad (CCS) mostró cifras preocupantes: intento de suicidio en personas entre 15-64 años de 1.337 en el 2013 aumento a 29.410 en el 2022. La cifra de suicidio en ese período, 22.504, fue la más grande y se encontró entre los 15 y 19 años con 251.6 por 100 mil habitantes. Estos números en Colombia merecen atención: es una población joven, los futuros trabajadores reciben dos factores resultados de la política social: el desempleo y la inatención en salud. Elementos que nos muestran turbio y sin futuro el porvenir en el país. Nuestra tasa de suicidio cerca del 5,49 por cada 100 mil habitantes. Su tendencia ha venido creciendo en nuestro territorio y las políticas públicas de salud mental no arrojan resultados: predominan los acontecimientos traumáticos y las alteraciones afectivo estacionales.
Se cuestiona la eficacia de las políticas públicas en salud mental y sus campañas de difusión. Tenemos un recurso humano muy limitado y hoy alcanzamos 2.5 médicos psiquiatras por 100 mil habitantes, muy lejos de las cifras que establece la OMS. Cuando relacionamos suicidio e intento de suicidio la tasa es mayor en hombres y si a este le colocamos otra variable, rango de edad, será siempre mayor en varones mayor de 70 años. La distribución por sexo es asfixiante: hay 2.3 suicidio en hombres por cada mujer. Estas asisten con mayor frecuencia a consultas, escuchan sugerencias y sus hábitos vulnerables los podemos modificar. De hecho, los intentos de suicidio son más altos en mujeres y especialmente menores de 45 años. En cambio, a partir de esta edad son más altos en los hombres. Tristemente el 2% de los gastos en salud se utilizan para salud mental y estos van en su mayoría a las instituciones psiquiátricas.
Hay manifestaciones que nos deben avisar sobre esas personas de alto riesgo: un dolor físico o emocional insuperable, sentirse vacío y sin solución, querer morirse o desear matarse. Otros síntomas acompañantes que nos ponen alerta: despedirse de amigos y familiares, regalar posesiones importantes y hacer “como un testamento” cuando la persona muere. Si le notamos ansioso y angustiado y con tendencia al alcohol o drogas seguramente tenemos el candidato hacia el suicidio. Las causas subyacentes incluyen alteraciones en la personalidad, depresión, trastorno bipolar y la cercanía con sustancias tóxicas. Ver esa persona que se siente rechazada, aislada y además carga problemas financieros o desempleo sostenido.
La OMS estima que cerca de 700.000 personas fallecen por suicidio cada año: una muerte cada 40 segundos, es la tercera causa de muerte entre los jóvenes de 20 a 24 años. No hemos querido aceptarlo como urgencia vital en donde hay tres componentes básicos: a) emocional, sufrimiento intenso b) conductual, carencia de fuerza psicológica para hacerle frente c) cognitivo, en donde la muerte es la única solución. No caigamos en el facilismo de calificarlos como valientes o cobardes: son personas que sufren y no ven la mínima posibilidad en el futuro.
Hay que trabajar y luchar sobre la esperanza, que los individuos busquen ayuda oportunamente. Dialogar con las personas en crisis es una gran terapia de apoyo. Hablar lo que se siente es el primer paso. No hay duda, nos hace sentir mejor. Restringir el acceso a los medios utilizados y poner al paciente con los profesionales indicados. La esperanza es la gran terapeuta y el suicidio la gran prioridad en salud publica
Debemos ser juiciosos y responsables al interpretar las estadísticas, evitar comentarios inapropiados y especialmente mantener el mensaje social de prevención y acompañamiento. La información periodística -desmedida a veces- debe ser seria, tener en cuenta el impacto sobre la familia y los sobrevivientes. La salud mental no es solo la ausencia de enfermedad, sino el estado de bienestar donde cada individuo desarrolla su potencial, trabaja en forma productiva y afronta las tensiones de la vida.
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Fuente: El Heraldo