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Sesión Académica a cargo del doctor Remberto Burgos de la Espriella, médico neurocirujano del Instituto Neurológico Colombiano. Ha sido miembro del comité editorial de la revista Neurocirugía de la Federación Latinoamericana de Neurocirugía, del comité editorial de la revista Surgical Neurology International, presidente honorario de la Federación Latinoamericana de Neurocirugía y es Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina de Colombia.
El ajedrez tiene una historia que se remonta a la India, donde nació el juego original llamado chaturanga y que contaba entre sus piezas con elefantes, caballos, carruajes y soldados de infantería, actuando como una metáfora de la guerra. A través de la conquista persa y la expansión por Europa, y siguiendo la ruta de la seda, se extendió hasta llegar a la península ibérica entre los años 700 a 900 d.C. En ese trasegar se fue convirtiendo en el ajedrez moderno.
Es un deporte universal que ha trascendido el tiempo y las fronteras, y se ha practicado en lugares tan diversos como las cortes medievales europeas, competencias internacionales, o un torneo improvisado en medio de la calle. Se cree que el primer torneo internacional de ajedrez sucedió en 1851 en Londres, Wilhelm Steinitz fue considerado el primer campeón del mundo oficial en 1886. La Federación Internacional de Ajedrez-FIDE, organizó la primera olimpiada de ajedrez en 1924.
Uno de los grandes referentes del ajedrez fue José Raúl Capablanca, un jugador cubano que fue considerado el “Mozart del ajedrez” por su talento precoz. Se dice que derrotó a su propio padre, a quien observaba regularmente mientras jugaba, cuando apenas tenía 4 años. A los cinco años, su padre comenzó a llevarlo al Club de Ajedrez de La Habana. Fue campeón mundial de ajedrez entre 1921 y 1927. Aunque se decía que Capablanca era un poco laxo en la preparación de sus partidas, su habilidad en el ajedrez rápido era indiscutible.
En la segunda mitad del siglo XX, Anatoli Karpov, Bobby Fischer y Garry Kasparov se convirtieron en figuras emblemáticas que dejaron una huella importante en la historia del ajedrez, contribuyendo a la evolución de las reglas y las estrategias.
El ajedrez es más que un deporte; es una herramienta social, académica y terapéutica que fomenta la integración, la concentración y el desarrollo cognitivo de quienes lo practican.
En términos sociales, el ajedrez crea un ambiente de fraternidad y cooperación, donde toda clase de jugadores pueden interactuar, independientemente de su origen, edad o nivel.
Académicamente, el ajedrez actúa como un centro integrador de las funciones cognitivas (procesos mentales que permiten al cerebro recibir, procesar y elaborar información), estimulando zonas como la corteza entorrinal, una región del cerebro que se encuentra en el lóbulo temporal medio y actúa como conexión principal con el hipocampo. La corteza entorrinal es fundamental para la memoria, la orientación y el reconocimiento de estímulos. Es importante también para la asociación de información visual y auditiva, y para la navegación espacial.
Se ha comprobado que mejora el coeficiente intelectual de quienes lo practican pues activa los dos hemisferios cerebrales. Favorece la memoria operativa (que permite almacenar y manipular información de forma temporal), la capacidad de planificación y la toma de decisiones. Estimula la memoria, la creatividad, la concentración, la planificación y la resolución de problemas. Procesos todos muy favorables, especialmente en adultos mayores.
Los niños y jóvenes que practican ajedrez tienen un rendimiento académico superior, mejora su capacidad lectora, reduce su déficit de atención y eleva su coeficiente intelectual. Adicionalmente, los niños adquieren mejores habilidades cognitivas, son menos propensos a caer en adicciones, desarrollan un pensamiento más crítico y tienen un mayor nivel de autocontrol frente a sus pares.
Además, el ajedrez tiene un valor terapéutico comprobado. Puede ayudar a pacientes con crisis de pánico, problemas de adicción o incluso enfermedades mentales como la demencia o el Alzheimer, ayudando a ralentizar su progresión. Para el Dr. Burgos, no existe una mejor “vitamina cerebral”.
Hoy, es el juego de mesa más popular y se practica en todos los rincones del mundo, con cerca de 170.000 jugadores registrados. Sólo el 10% del total corresponde a mujeres, lo que lleva a reflexionar por qué no se ha incentivado a las niñas a practicarlo.
En Colombia, los colegios podrían impulsar el ajedrez escolar, como actividad académica o como deporte. Sus beneficios se logran con la práctica continua, son universales y van más allá de las competencias profesionales.
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Intervención completa en: AJEDREZ, PROCESOS COGNITIVOS
Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina