Visitas: 15

Investigación de las doctoras Gloria Lucía Arango, enfermera, docente de la Universidad Nacional y Doctora en Bioética de la Universidad El Bosque, y Angélica Villalba, egresada de la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud: FUCS y epidemióloga.

El trabajo presentado por las doctoras Arango y Villalba se originó a partir de su experiencia profesional. Durante su práctica, observaron un incremento en las faltas de respeto en el entorno hospitalario que las llevó a investigar las causas de estos comportamientos disruptivos. Descubrieron que estas faltas de respeto se han convertido en parte de la rutina dentro de los hospitales. La literatura sugiere que la estructura jerárquica en estos entornos, donde los médicos especialistas están en la cima, contribuye a la prevalencia de estos comportamientos.

La Dra. Arango señala que, en la jerarquía hospitalaria, los internos y estudiantes de medicina, al estar en la parte más baja, son los que con mayor frecuencia sufren faltas de respeto. Además, se ha observado que aquellos que se identifican con figuras de autoridad podrían aceptar o reconocer como correcto estos comportamientos sin cuestionarlos.

Los estudiantes de medicina, desde los primeros semestres, enfrentan comportamientos disruptivos, aunque estos se intensifican en los internos y residentes, quienes ya deben demostrar cierta independencia. La literatura menciona que estos comportamientos se investigan bajo términos como maltrato, incivilidad y conducta no profesional. En América Latina, por ejemplo, de acuerdo con un estudio realizado en siete países, Colombia fue reportado como el segundo país con alta incidencia en estos comportamientos.

La definición de comportamiento disruptivo, abordada por la doctora Villalba, se refiere a cualquier conducta que afecte la atención integral del paciente y la interacción entre los miembros del equipo de salud, o cualquier comportamiento que muestre falta de respeto hacia otros y que afecte la calidad de la atención al paciente. Este concepto es importante para distinguir entre comportamientos ocasionales y aquellos que reflejan un patrón sistemático de disrupción. 

La investigación de las doctoras Arango y Villalba se centra en cómo se manifiestan estos comportamientos en las instituciones hospitalarias y sus consecuencias. La investigación, de carácter descriptivo y cualitativo, busca entender las expresiones de falta de respeto y sus causas, involucrando a internos y residentes activos en diferentes instituciones del país. Se utilizó un guión de entrevista validado por el comité de ética de la Universidad Nacional de Colombia para recopilar datos.

La metodología incluyó entrevistas grabadas y transcritas, con un enfoque en preservar la privacidad y el anonimato de los participantes, con consentimiento informado. La investigación consideró el riesgo mínimo de revictimización o reexperimentación de experiencias negativas, con medidas de protección para los participantes. Los datos obtenidos se analizaron para identificar patrones y tendencias en los comportamientos disruptivos observados.

Los resultados mostraron una variedad de comportamientos disruptivos, incluyendo agresiones verbales y físicas, insultos y discriminación, no solo hacia internos y residentes, sino también hacia el personal de enfermería y terapia. La discriminación, observada en términos de género, estrato social y origen universitario, se reveló como una problemática recurrente que afecta gravemente el entorno laboral.

Además, se identificaron comportamientos disruptivos de tipo sexual recurrentes, que incluyeron insinuaciones y mensajes inapropiados. Estos comportamientos fueron reportados tanto por hombres como por mujeres, aunque afecta especialmente a las mujeres. Algunas entrevistadas señalaron que tales actitudes están normalizadas en el entorno hospitalario. El estudio destacó la presencia de estos comportamientos a través de diversos medios, incluido el chat institucional.

Otro hallazgo importante fue el trato humillante y degradante hacia enfermeros, residentes y estudiantes. Se observó una tendencia a negar la enseñanza, así como jornadas extensas que aumentan el cansancio y afectan la calidad de la atención. La investigación subraya que los internos y residentes son tratados más como fuerza laboral que como aprendices, lo que deteriora su formación y bienestar.

La investigación también abordó comportamientos pasivo-agresivos, como la carga excesiva de trabajo y la culpa por fallas ajenas. Se observó que los especialistas frecuentemente no cumplen con sus horarios, dejando a internos y residentes con responsabilidades adicionales. Tampoco se respetan los horarios o tiempos de descanso generando sobrecarga. Estas prácticas afectan la capacidad de los estudiantes y residentes para realizar sus funciones y perjudican la atención al paciente.

También se identificaron malas condiciones de trabajo a nivel de infraestructura, como la falta de adecuadas instalaciones y recursos. Las dificultades en el entorno laboral, como el mal estado de los cuartos y la falta de servicios básicos, contribuyen al agotamiento físico y emocional de los estudiantes y residentes. 

Los comportamientos disruptivos sistemáticos en instituciones hospitalarias, también conocidos como comportamientos institucionalizados, son promovidos por la administración y afectan negativamente tanto a internos y residentes como a los profesionales de la medicina. Uno de los problemas más llamativos es que los internos y residentes frecuentemente desisten de quejarse sobre maltratos por la percepción de que no hay consecuencias para los perpetradores. Las instituciones a veces perpetúan el maltrato al advertir a los nuevos internos sobre ciertos médicos que se comportan de manera inapropiada, lo que contribuye a un ambiente de injusticia.

El maltrato institucional afecta profundamente el desarrollo de los internos y residentes, generando frustración, angustia y, en algunos casos, comportamientos autodestructivos. A menudo, los estudiantes que expresan su angustia reciben burlas en lugar de apoyo, lo que agrava su sufrimiento. La normalización del maltrato, incluyendo conductas inapropiadas que se consideran comunes, también es un problema grave. Esta actitud se refleja en el temor de los internos a represalias por parte de sus superiores, lo que lleva a la resignación y el silencio.

Los observadores, incluidos otros profesionales y estudiantes, a menudo aconsejan a las víctimas que permanezcan calladas, exacerbando la injusticia. También se observa la promoción de una cultura de heteronomía, con reglas impuestas por otros, en lugar del fortalecimiento de la autonomía en los estudiantes. Este comportamiento refleja una falla en la formación de los futuros médicos, quienes deberían aprender a actuar por sí mismos, en vez de depender tanto de las opiniones de otros. 

El maltrato y la falta de respeto tienen consecuencias significativas para los pacientes, incluyendo errores médicos y una disminución en la calidad de la atención. La apatía y desconfianza hacia los pacientes pueden resultar en una mala praxis y una ruptura en la relación médico-paciente.

En el equipo de salud, el maltrato genera un ciclo de disrupción, donde los maltratados pueden convertirse en maltratadores, afectando la comunicación y la eficacia del equipo. Para las instituciones hospitalarias, las consecuencias incluyen un aumento en los costos debido a la prolongación de la estancia hospitalaria y la intervención de organismos de control. La reputación de la institución se ve afectada negativamente por las quejas y el maltrato reportado por los pacientes.

Los efectos en los estudiantes y residentes incluyen la incapacidad para tomar decisiones, desmotivación y, en algunos casos, el abandono de la carrera. Los profesores que niegan el aprendizaje práctico contribuyen a una formación deficiente y perpetúan el maltrato. La salud mental y física de los estudiantes en formación también se ve gravemente afectada, observándose  cuadros de depresión, trastornos del sueño y estrés postraumático, lo que lleva a una percepción negativa de la carrera y un deseo de abandonarla o de no especializarse para evitar el maltrato, generando desconfianza hacia sus propias capacidades.

Entre las recomendaciones para abordar estos problemas, las profesionales de la salud destacan la creación de un observatorio del buen trato, la implementación de una política de cero tolerancia al maltrato, una definición precisa de lo que no se va a tolerar, una mejora en la selección de profesores, y la provisión de ayuda psicológica y psiquiátrica, pero enmarcada en combatir primero los factores disruptivos que generan estas situaciones. 

Es necesario cambiar las condiciones de los convenios docencia-servicio para garantizar una cultura de respeto. La investigación busca fomentar una enseñanza y una práctica médica caracterizadas por la honestidad, el decoro y la humanidad, comenzando por el respeto hacia los propios estudiantes.

::::::::::::::

Las intervenciones de las doctoras Arango y Villalba en

 FORO FORMACIÓN MÉDICA SIN COMPORTAMIENTOS DISRUPTIVOS: UN COMPROMISO DE TODOS

Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

Loading

0 0 votes
Article Rating
Share This