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Por Gloria Arias Nieto.

Hay columnas que uno escribe con ilusión, otras con tristeza, como una voz de protesta o como un grito contra la resignación.

Esta de hoy la escribo —esencialmente— con gratitud.

Gratitud por doña Nydia Quintero, una mujer inmensa que transformó la vida de miles de colombianos y nos enseñó con su bondad ilimitada que la solidaridad es un derecho y un deber de quienes habitamos este planeta herido por demasiados frentes.

Pocas veces he visto una mirada más dulce que la suya; una sonrisa más llena de ternura, unas manos más nobles y generosas. Uno sabía que ella le iluminaba la vida a quienes más lo necesitaban y, mientras tanto, a ella misma por dentro la atravesaba una infinita tristeza por la muerte de Diana, su hija, su niña asesinada por dos tragedias nacionales: el narcotráfico y la estupidez política.

A Diana la mataron delante de todos nosotros y a pesar de todas las puertas que tocó doña Nydia. ¡A dónde no fue para pedir por su hija! ¡Cuántas veces le suplicó sensatez y humanidad al presidente de entonces, y cuántas veces no quisieron oír quienes más deberían haberlo hecho y fueron insensibles quienes deberían haber actuado con buen juicio y consideración! Como todas las violencias, como cada vez que se le quita la libertad o la vida a una mujer, como siempre que el poder no cumple con su tarea fundamental de proteger a los ciudadanos y la vanidad le gana el pulso a la consideración, la muerte de Diana jamás debió suceder.

Pero sucedió, y una adolescente y un niño que no había cumplido cinco años perdieron a su mamá, y una mamá abuela tuvo que enfrentar el dolor más grande del mundo.

No sé cómo lo hizo, pero doña Nydia sublimó la tristeza y la transformó en una de las obras más grandes y más bellas que se han hecho en nuestro país: la Fundación Solidaridad por Colombia, dirigida desde hace unos años por su nieta-hija María Carolina, una mujer que ha hecho del perdón, la reconciliación y la fe sus consignas de vida. Me consta. María Carolina las ejerce todos los días, más allá de las preguntas, del dolor y las violencias.

Mamá Nydia hizo posible que miles de niños y niñas crecieran con más y mejores opciones de bienestar, de educación y formación en valores. Llegó a cuanto rincón de Colombia era devastado por las furias de la naturaleza y lo más bello no era lo que hacía, sino cómo lo hacía. El abrazo en cada acto de generosidad, el cariño solidario, la capacidad de hacerle sentir a todos que cada uno era único y maravilloso y que, además, merecía todas las cosas buenas que le pudieran suceder. Con doña Nydia la vida siempre tenía una dosis de sonrisa, un oxígeno de reserva, un motivo para perseverar. ¡Qué mujer tan hermosa y valiente!

Creo, de verdad, que el Cielo sí existe, porque si no, ¿qué habría hecho Dios en la madrugada del 30 de junio cuando ese ángel solidario cerró los ojos y de herencia nos dejó la luz?

Harán mucha falta su fortaleza y su voz y esos abrazos suyos que nos hacían sentir que todo era posible; que éramos capaces de cumplir cada sueño, si de ello dependía que otros y nosotros fuéramos mejores seres humanos.

Pero ella era tan ella y tan ilimitada en su alma, que nuestro corazón quedó marcado por el suyo, y su cariño protector seguirá llegando como llega el arcoíris, como llegan los milagros cotidianos, como crece la primavera cuando se va la nieve.

Nos corresponde ahora honrar su memoria; demostrarle con hechos genuinos y comprometidos que su legado de solidaridad trascenderá su vida. Y dar gracias por ella, por su entrañable cariño, por cada palabra que hizo de nuestra alma y de nuestra historia un lugar más feliz.

Fuente: El Espectador


Dra. Gloria-Arias-Nieto

La Académica Dra. Gloria Arias Nieto es médica con experiencia en planeación y dirección de servicios de salud en el campo de la protección social. Escritora y periodista.

Columnista de El Espectador y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina.

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