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Intervenciones en el simposio sobre los “Factores biopsicosociales de los daños autoinducidos y el suicidio” organizado por el Instituto Colombiano de Estudios Bioéticos -ICEB en la Academia Nacional de Medicina.

El Dr. Franklin Escobar Córdoba, psiquiatra especializado en trastornos del sueño, destaca la relación crítica entre las alteraciones del sueño y el riesgo de suicidio. El insomnio, descrito como la dificultad persistente para conciliar el sueño o mantenerlo durante un período de tiempo suficiente, suele ser una de las quejas más comunes en la consulta médica pero se aborda de forma superficial sin determinar los problemas subyacentes. 

El suicidio generalmente es el resultado de una serie de factores entre los que se incluyen los trastornos mentales, un historial con intentos previos de suicidio, falta de apoyo social, problemas emocionales e insomnio. Un buen descanso es fundamental para el funcionamiento físico y mental, reduce el estrés, mejora el estado de ánimo, consolida la memoria y fortalece el sistema inmunológico. El insomnio se asocia con el aumento de enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad, y a su vez, estas enfermedades pueden llevar al insomnio en una especie de círculo vicioso, si es persistente puede ser un factor independiente de riesgo para las conductas suicidas.

Los mecanismos biológicos involucrados incluyen alteraciones neuroquímicas, particularmente en la serotonina, que influye tanto en los patrones de sueño como en las conductas suicidas. El insomnio no solo tiene un impacto en la salud mental, sino también en la función cognitiva, contribuyendo a pensamientos negativos y una visión distorsionada de los problemas. Las intervenciones deben incluir: terapia cognitivo-conductual para insomnio (TCC-I) que busca identificar y cambiar patrones de pensamiento y comportamiento que contribuyen al insomnio, tratamiento farmacológico -sólo en situaciones específicas- y fomentar hábitos de higiene del sueño; mantener una hora para acostarse y levantarse, no consumir alimentos o bebidas poco antes de dormir, desconectarse de aparatos tecnológicos, bloquear la luz, abstenerse de las siestas durante el día, entre otros, para crear un entorno propicio para el descanso. 

El consumo de sustancias psicoactivas es otro de los factores de riesgo para el suicidio. El Académico Dr. Camilo Uribe, médico toxicólogo, señala que aunque se vincula con enfermedades mentales no hay certeza para determinar que surge primero si el trastorno o el consumo de sustancias. El consumo de alcohol y sustancias psicoactivas puede afectar el estado de ánimo, la percepción y la toma de decisiones, llevando a comportamientos autolesivos. Medicamentos como las benzodiacepinas, utilizados para tratar trastornos como el insomnio, también tienen un alto potencial de abuso y dependencia agravando el problema.  

La Corte Constitucional en Colombia ha defendido el derecho al libre desarrollo de la personalidad, incluído el consumo de sustancias en dosis mínimas en lo que se ha denominado “dosis personal”, sin embargo, la legislación enfrenta grandes desafíos en la regulación de nuevas sustancias psicoactivas y al buscar la equivalencia entre sustancias, pues unas son potencialmente más letales que otras. En Colombia, el uso de químicos para la producción de coca también ha generado graves problemas de salud pública por sus efectos tóxicos, además del impacto ambiental. El uso de drogas sintéticas y la falta de control sobre el mercado de sustancias psicoactivas se ha convertido en un problema de salud pública ya que muchas sustancias consideradas “nuevas” en realidad fueron sintetizadas por primera vez hace más de 40 años pero no han sido incorporadas en las convenciones y legislaciones, proceso que lleva varios años. Muchas de estas sustancias, son mucho más potentes y adictivas que las drogas tradicionales, lo que genera una dependencia rápida y peligrosa en los consumidores. 

El director del Instituto Colombiano de Estudios Bioéticos-ICEB, Dr. Ricardo Andrés Roa-Castellanos abordó el papel de la nutrición en la salud mental. Las dietas veganas y vegetarianas, aunque promovidas como opciones superiores, pueden tener efectos negativos en la salud física y mental, según la evidencia científica.  A nivel ambiental, la expansión de los cultivos de soya, promovida como un sustituto de la proteína animal, ha provocado una deforestación masiva en la selva amazónica, contribuyendo a la pérdida de biodiversidad y alteraciones graves en los ecosistemas. Se cree también que hay una correlación entre la deforestación y el aumento de enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue. Los beneficios documentados de la soya tienen su contraparte en estudios que aseguran que su consumo excesivo puede estar relacionado con una disminución en la calidad del esperma en hombres, alteraciones en los ciclos ovulatorios en mujeres, y alteraciones en la regulación de la tiroides. 

Un estudio a gran escala realizado por la facultad de psicología de la Universidad de Indiana, con 171.802 participantes, 157.778 consumidores de carne y 13.259 vegano-vegetarianos, entre los 11 y los 94 años concluyó que existía una alta relación estadística entre la restricción de proteínas animales en la dieta y un alto riesgo de sufrir diversas psicopatologías (depresión, ansiedad y autolesiones). Además, la deficiencia de vitamina D3 (disponible a través del pescado, los huevos y la leche) también está asociada con un mayor riesgo de trastornos psiquiátricos, particularmente en personas que no reciben suficiente exposición solar.

En muchos casos, la adopción de estas dietas es influenciada por presiones sociales y tendencias de moda, principalmente entre los jóvenes adultos y mujeres. Esto ha sido particularmente notorio en países como Canadá y Corea del Sur donde también han aumentado las tasas de depresión y suicidio. Los ácidos grasos poliinsaturados esenciales para el funcionamiento neuronal son deficientes en veganos y vegetarianos, según el estudio Craddock 2021 realizado con 2.200 personas durante 11 años. Determinaron que el bajo contenido de Omega 3 se constituyó en un factor predictivo de mortalidad tan importante como el tabaquismo en adultos maduros. Adoptar dietas sin una planificación y seguimiento adecuados siempre traerá riesgos para la salud física y mental. 

El profesor de bioética y filósofo, Fernando Baena Bejarano, propone abordar el problema del daño autoinducido y el suicidio, haciendo un cambio paradigmático en cómo se estudia y aborda. Su hipótesis señala que si estos fenómenos son manifestaciones del deterioro psicosocial contemporáneo, equivalentes a una especie de analfabetismo existencial y espiritual, donde existe un bajo desarrollo de las capacidades intrapersonales y una atención excesiva al mundo exterior, entonces no pueden ser concebidos como un objeto aislado de estudio. Se haría necesario promover una transformación en la forma en que entendemos y tratamos la psique humana, enfocando al sujeto como un ser experiencial, como un individuo que puede, a través de la meditación y la conciencia profunda de sí mismo, gestionar su propio bienestar. Según estudios realizados en la Universidad Internacional de Valencia y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la meditación transpersonal está vinculada con una disminución significativa de conductas autolesivas y suicidas, gracias a su capacidad para fortalecer la resiliencia y promover el autoconocimiento profundo. Un enfoque no solo más económico, sino también más holístico, al tratar el problema desde su raíz existencial y no solo desde una perspectiva patológica.

La meditación, de acuerdo con el profesor Baena, actúa como un antídoto natural contra la depresión y el suicidio porque induce un estado de conciencia particular que favorece una actividad cerebral que “desactiva” áreas del cerebro relacionadas con la ansiedad y el estrés. Además, se ha demostrado que la meditación aumenta la inteligencia emocional, mejora las relaciones interpersonales y reduce la tendencia a la agresión y la autoagresión. 

El sacerdote Víctor Ricardo Moreno Holguín coincide en la importancia de detenernos y practicar la contemplación para encontrar la paz interior y superar los momentos de angustia y desesperación que son comunes en la vida moderna. Hace un llamado a desarrollar una “meditación sin objeto”, es decir, una práctica contemplativa que permita a cada individuo reconectarse con su ser esencial y experimentar la unidad con la realidad que lo rodea, siendo consciente de que cada uno es en sí mismo la manifestación de la vida. 

El concepto de “monje interior” es clave en esta reflexión, ya que todos los seres humanos tenemos en nuestro interior la capacidad de encontrar la calma y la conexión con aquello que consideramos la divinidad, el misterio o la vida misma. La contemplación, entendida como un proceso interior de recogimiento, es una vía para superar la desesperación y dar sentido a la vida, incluso en medio de los conflictos y sufrimientos que enfrentamos. 

El padre Moreno Holguín resalta la necesidad de integrar las dimensiones espirituales en los enfoques científicos, especialmente en el campo de la salud mental. Invita a crear puentes entre las ciencias y las prácticas espirituales, ya que ambas pueden complementarse para proporcionar una visión más integral del ser humano. 

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Intervenciones completas en: 

FACTORES BIOPSICOSOCIALES DE LOS DAÑOS AUTOINDUCIDOS

Resumen. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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