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Imagen: Palacio Nacional de la Ciudad de México. Mural (1929-1945) de Diego Rivera: Explotación de México por los conquistadores españoles

La viruela y su impacto en el nuevo mundo

Doctor Luis Carlos Villamil Jiménez. Médico veterinario y magíster en medicina preventiva de la Universidad Nacional, PhD. en filosofía de la Universidad de Reading de Inglaterra y especialista en epidemiología y vigilancia en salud pública del Instituto Nacional de salud. 

La viruela, una enfermedad antigua que ha acompañado a la humanidad durante siglos, tuvo un impacto significativo en el Nuevo Mundo, especialmente después del segundo viaje de Cristóbal Colón. 

Es una zoonosis producida por un virus de la familia Poxviridae, cuyo reservorio fueron roedores, y que mediante saltos de especie pasó al camello y luego a los humanos.  En el 2003 Noble David Cook postuló la hipótesis de que pudo llegar al Nuevo Mundo en el segundo viaje de Colón con indígenas taínos enfermos que eran devueltos a América. Algunos de ellos, posiblemente ya infectados, propagaron la enfermedad entre sus comunidades, lo que llevó a una serie de devastadoras epidemias que comenzaron en 1502 y continuaron durante varias décadas, afectando principalmente a las poblaciones nativas, quienes no tenían inmunidad frente a esta enfermedad.

Más probablemente la enfermedad llegó al Caribe hacia 1518, desde donde se propagó por Centroamérica y México. Luego de siete años llegó al virreinato del Perú y en 1558 penetró a la Nueva Granada y a la región andina dejando a su paso muerte y desolación. Entró a lo que hoy es Colombia por tres rutas: La primera, que iniciaba en Cartagena, Santa Marta o Riohacha; río Magdalena, Mompox y Honda, y de allí a Santafé. La segunda, que iniciaba en Popayán y llegaba a Santafé por Cali, Buga e Ibagué, y la tercera, que comenzaba en Cúcuta y se dirigía a Santafé por Ocaña y Tunja. 

Ante la gravedad de las epidemias no quedaba otro remedio que recurrir a la oración. Con el advenimiento de la inoculación (empleada desde 1756) y la vacunación (iniciada en 1804), se encontraron alternativas eficaces para la prevención de la enfermedad y para estructurar la institucionalidad sanitaria. Hacia fines del siglo XIX se inició la producción nacional de vacuna en un laboratorio nacional en la ciudad de Bogotá: el Parque de Vacunación, institución que funcionó hasta la erradicación de la enfermedad en los años ochenta.

Bartonelosis y la epidemia en Coaque entre las huestes de Francisco Pizarro

Doctor Hugo Sotomayor Tribín. Doctor en Medicina y Cirugía de la Universidad Nacional de Colombia, especialista en Pediatría de la Universidad Colegio Mayor del Rosario y Hospital Militar. Curador del Museo de la Academia Nacional de Medicina de Colombia. 

La bartonelosis es la única enfermedad de origen americano que se presentó en forma de epidemia entre los conquistadores españoles, causándoles bajas y molestias importantes.

La primera descripción conocida de esta dolencia fue por mucho tiempo la del soldado cronista Pedro Cieza de León quien se enroló en las huestes del juez pacificador Pedro de la Gasca cuando este de paso al Perú llegó a Cartago. Cieza, quien llegó al Perú a fines de 1547 o principios de 1548 escribió en su obra Crónica del Perú: “se crían en los hombres unas verrugas bermejas del grandor de nueces, y les nascen en la frente y en las narices y en otras partes; que, además de ser mal grave, es mayor la fealdad que hacen en los rostros”.

Hoy se considera a Miguel de Estete, acompañante de los hermanos Pizarro, en el tercer y último viaje de Francisco Pizarro iniciado en 1531, como el autor de la primera descripción de la enfermedad de las verrugas. Estete escribió en su obra El descubrimiento y conquista del Perú:  “… y más adelante llegaron a un pueblo que está en la costa de la mar llamado Coaque. […] …por ser grande y de buenos aposentos y bastimentos, el dicho capitán Pizarro acordó de asentar su real por algunos días. […] …es la costa más enferma que hay debajo del cielo; porque en entrando la gente en él les dio grandísimas enfermedades de calenturas, que mataban en veinticuatro horas, y la peor unas verrugas que daba a las gentes, a manera de viruelas, salvo que eran tan grandes como nueces y avellanas, sangrando mucho de ellas y por las narices. […] Cierto esta enfermedad fue plaga nueva y nunca vista en el mundo”.

Sobre la enfermedad escribió años después en Historia General del Perú, el Inca Garcilaso de la Vega. También, Pedro Pizarro, hermano de Francisco Pizarro, quien describió la enfermedad febril que precedía a las lesiones cutáneas como la fiebre de Coaque o fiebre de los conquistadores.

El doctor Sotomayor reconoció hace más de 30 años en máscaras de la cultura Jama y hace veinte en una máscara de la cultura Nariño manifestaciones verrugosas de la bartonelosis. 

La lepra durante la conquista del nuevo mundo

Doctor Michel Faizal Geagea. Médico cirujano de la Universidad Nacional de Colombia, especialista en dermatología y en cirugía dermatológica y dermatología tropical. Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina, y actual tesorero.

La lepra es la enfermedad más antigua conocida por el hombre. Esta consideración está soportada en conceptos históricos, genéticos, la tradición oral y otros soportados con claras evidencias. 

Desde el punto de vista histórico, la lepra se originó en la India, seiscientos años antes de Cristo. Probablemente desde allí se difundió a China, Japón, Egipto e ingresó a Europa a través de las tropas de Alejandro Magno, después de la campaña en la India 327 al 326 a.C y por las tropas del general romano Pompeyo, 62 a.C. Las dimensiones de la enfermedad llegaron al mayor impacto en Europa durante los siglos XIII y XIV, influenciado por las cruzadas. En este periodo sólo en Francia se contabilizaban cerca de 2000 lazaretos.

Los estudios genéticos establecen el inicio de la enfermedad en el cuerno africano hace 100.000 años.

El primer lazareto fue construido en 1423 en la isla veneciana de Santa María de Nazareth. Ante la magnitud del problema de salud y los ineficientes tratamientos médicos de la época, solo quedaba la compasión y caridad cristiana; en tal virtud se crearon las órdenes de caballeros: la orden de San Lázaro de Jerusalén, la orden de San Juan de Jerusalén y la orden de los caballeros de Malta. 

La lepra no existía en América antes de la llegada de los españoles o portugueses, los cuales transmitieron la enfermedad por intermedio de sus tropas y los esclavos provenientes de África. En Colombia, la lepra era desconocida entre los indígenas, hasta el año 1579, cuando se manifestó en el mariscal Don Gonzalo de Jiménez de Quesada. Otro caso ilustre fue el de don Diego de Santibáñez y Brochero. El caso de Quesada fue objeto de discusión y duda. 

Cartagena fue una de las ciudades por donde se difundió la lepra en Colombia. Se estableció un hospital en el centro de la ciudad, el cual fue trasladado a las periferias por la protesta de los vecinos; esto ocurrió entre 1610 y 1640. 

En 1791, por orden del virrey Espeleta, el lazareto fue trasladado a la isla de Tierra Bomba, en la población de Caño de Loro. En 1799 la real audiencia autorizó la fundación de leprosarios en todas las provincias; este proyecto no pudo ser realizado por la carencia de recursos.

Las leyes durante la conquista y colonia obligaban a la denuncia obligatoria por los médicos de los pacientes afectados, la pérdida de la patria potestad, aislamiento y la búsqueda de enfermos. 

El diagnóstico era basado en consideraciones clínicas; no existían las pruebas de laboratorio o patológicas. El tratamiento era empírico, mágico; brebajes: polvo de serpiente y otros animales, sangre de gallinazo, sangre de niños, entre otros. Para la época, la oración y caridad cristiana eran la única esperanza; la consagración victimal inspirada de Andreas Beltrani “ni curar ni morir, solo vivir para sufrir” daba por entendido la magnitud de la enfermedad; en el resto de Europa, por fuera de España, las medidas sanitarias de aislamiento, higiene y nutrición permitió el descenso del problema aún antes de la llegada del tratamiento farmacológico específico en clara relación al avance de las condiciones sociales de los pueblos.

Las parasitosis del nuevo mundo

Doctor Efraín Benavides Ortiz. Médico veterinario de la Universidad Nacional,  maestría en ciencias veterinarias tropicales y PhD en filosofía, inmunología y parasitología veterinaria de la Universidad de Edimburgo

La evolución de los animales y organismos en los ecosistemas ha estado marcada por la coevolución de especies y sus interacciones. Estas relaciones pueden clasificarse en diversas categorías, como mutualismo, comensalismo, parasitismo, depredación y competencia. En particular, el parasitismo juega un papel crucial en la ecología de poblaciones, ya que los parásitos buscan recursos alimenticios y protección del huésped, adaptándose a las cadenas tróficas. Este concepto se extiende más allá de los parásitos tradicionales en medicina y veterinaria, incluyendo bacterias y virus que también afectan a los organismos.

Las especies animales, incluido el hombre, han evolucionado de forma conjunta durante millones de años con agentes infecciosos y parasitarios lo que ha conducido al desarrollo de enfermedades en las poblaciones. Los homínidos se dispersaron desde África hacia otros continentes. Hubo un temprano poblamiento de América a través de la Antártida, y un ingreso a través del istmo de Beringia hace 14.000-16.000 años. 

La introducción de enfermedades en las poblaciones indígenas fue devastadora. Aparte de la viruela, otras enfermedades como el alcoholismo y la malnutrición causaron alta mortalidad. Los animales traídos, como caballos y ganado, también jugaron un papel en la transmisión de enfermedades zoonóticas. A pesar de la falta de estudios sobre las enfermedades que afectaron a los nativos antes de la llegada europea, se reconoce la importancia de estos factores en la dinámica poblacional y en el desarrollo de la medicina tropical.

El continente americano estuvo aislado de Eurasia y África durante miles de años, hasta la llegada de Colón, que trajo una intensa inmigración de animales y personas. La enfermedad de Chagas o tripanosomosis americana causada por el protozoario flagelado Trypanosoma cruzi, transmitido por insectos triatominos que ocurren principalmente en el Neotrópico, correspondiente a Centro y Sudamérica. El gusano barrenador americano Cochlyiomyia hominivorax fue una miasis que afectó a los conquistadores españoles y los animales que introdujeron al continente, otra miasis, el tórsalo o nuche Dermatobia hominis, que afectó principalmente a los bovinos, sólo ocurre en América desde México hasta el norte de Chile y Argentina. La Leishmaniosis, ha sido descrita históricamente en el viejo como en el nuevo mundo, pero presenta interesantes diferencias en la evolución en las distintas áreas geográficas.

La historia de estos organismos resalta cómo la interacción entre humanos y animales ha permitido la aparición y propagación de diversas enfermedades. El estudio de estos procesos, especialmente desde la perspectiva de la paleoparasitología, es fundamental para comprender la evolución de la salud en el contexto de las migraciones y cambios ecológicos a lo largo de la historia.

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Intervenciones completas en: 

SIMPOSIO: EL CONTAGIO DE DOS MUNDOS: INFECCIONES PRECOLOMBINAS Y TRAÍDAS DEL VIEJO MUNDO

Resumen autores y Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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