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Ingreso del Dr Carlos José Castro Espinosa como miembro correspondiente a la Academia Nacional de Medicina. Médico cirujano del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, médico internista del Hospital Militar Central, hematooncólogo clínico de la Universidad de British Columbia. Asesor científico de la Liga Colombiana contra el Cáncer.
La motivación principal, profundamente personal y profesional, del Dr. Castro Espinosa es salvar la vida de unas 2.500 mujeres colombianas que cada año fallecen por cáncer de cuello uterino. Convencido de la eficacia y seguridad de la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH), ha vacunado a su propia familia como acto de confianza pública. Destaca a la doctora Nubia Muñoz, científica vallecaucana pionera en demostrar la relación entre el VPH y este tipo de cáncer, candidata al Premio Nobel por su trabajo en más de 50 países, y al profesor Harald zur Hausen, quien descubrió el virus.
En 2012, Beatriz Londoño, entonces Ministra de Salud, lideró una valiente iniciativa para comenzar la vacunación gratuita de niñas entre los 9 y 17 años. Esta campaña fue un éxito rotundo: en solo dos años, Colombia alcanzó una cobertura del 95%, superando incluso a países como Australia. Sin embargo, en 2014, un incidente mediáticamente mal manejado en Carmen de Bolívar generó pánico colectivo y desinformación, lo que provocó una caída drástica en los niveles de vacunación y marcó un periodo oscuro para el programa nacional.
Frente a este retroceso, la Liga Colombiana contra el Cáncer decidió pasar a la acción con un nuevo proyecto: Por la salud de la mujer araucana. Arauca fue elegido por ser el departamento con mayor mortalidad por cáncer de cuello uterino y por sus condiciones complejas, como la migración venezolana y la presencia de grupos armados. Con el apoyo del Ministerio de Salud, la American Cancer Society, la Universidad de Johns Hopkins y la gobernación, se trazó una estrategia de comunicación sensible a las realidades locales, partiendo del principio de escuchar antes de actuar.
Gracias a esta apertura, se logró una transformación significativa. Al llegar, menos del 5% de las adolescentes estaban vacunadas; 18 meses después, la cifra subió al 83%, alcanzando incluso el 100% en algunos municipios. Se aplicó la metodología “Proceso P” de Johns Hopkins, la cual promovía investigar, diseñar, crear, movilizar, supervisar y evaluar en conjunto con la comunidad. Fue esencial entender que no se podía imponer un mensaje, sino construirlo con los llaneros, respetando sus costumbres y dudas.
El proyecto enfocó sus mensajes clave en que la vacuna es gratuita, segura, efectiva y protege contra el cáncer. Se dirigió a profesionales de salud (algunos aún escépticos), padres y adolescentes. Conversar directamente con las niñas fue revelador: sus aspiraciones y claridad sobre su papel en la sociedad y su conciencia de autocuidado fueron claves. También se identificó a los profesores como figuras de confianza cruciales, lo que llevó a integrarlos activamente en la campaña, junto con medios de comunicación y líderes comunitarios.
El trabajo incluyó entrenamientos a vacunadores, quienes sentían haber sido abandonados tras la crisis de 2014. Gracias a instituciones como el Instituto Nacional de Cancerología, se les dotó de herramientas para defender la vacuna. Incluso se enfrentaron situaciones de riesgo con grupos armados que inicialmente vieron la vacunación como una amenaza. Sin embargo, tras el diálogo, estos mismos grupos entendieron su importancia y no interfirieron con la labor del equipo. El Dr. Castro señala que la vacunación escolar es más eficiente que la ejercida de casa en casa, para él, volver a vacunar en colegios es clave para recuperar el éxito inicial.
Existe evidencia científica sólida que respalda la vacuna. Estudios hechos en Suecia y otros países, demuestran cómo la vacunación antes de los 17 años prácticamente elimina el riesgo de cáncer de cuello uterino. Se han administrado más de 500 millones de dosis en el mundo sin que se haya registrado ninguna muerte atribuida a esta vacuna, lo que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a declararla extremadamente segura y a recomendar su inclusión en los programas de inmunización global.
A pesar de las barreras, se han llevado a cabo jornadas masivas de vacunación por todo el país, con el apoyo invaluable de los vacunadores. El Dr. Castro insiste en que para lograr un verdadero impacto es necesario involucrarse a fondo con las comunidades, ganarse su confianza y demostrar un compromiso auténtico más allá del discurso.
También se han probado nuevas estrategias en Bogotá con ayuda del Banco Interamericano de Desarrollo, bajo el concepto de “ciencias del comportamiento” que propone el refuerzo positivo y sugerencias indirectas como formas de influir en la conducta y toma de decisiones. A través de mensajes personalizados a los padres se logró un aumento del 23% en la cobertura de vacunación, esfuerzo destacado por la American Cancer Society. A pesar de los avances, Colombia pasó de ser líder regional a ocupar el último lugar en América Latina en términos de cobertura, con un preocupante 37% en 2024, lo que ha generado indignación, pero también una renovada motivación por recuperar el terreno perdido.
Un logro reciente fue la creación de la alianza Abrázame, una coalición de instituciones públicas, privadas y académicas unidas para fortalecer la vacunación contra el VPH. Esta alianza ha impulsado mesas de trabajo en educación, salud, abogacía y divulgación, y ha sido clave para lograr un cambio regulatorio fundamental: ya no es necesario el consentimiento escrito para vacunar, y adolescentes mayores de 14 años pueden decidir vacunarse sin la autorización de sus padres. Esto elimina una barrera crítica y promete mejorar significativamente los niveles de cobertura nacional.
Las metas de la OMS para 2030 buscan vacunar al 90% de las niñas y niños antes de los 15 años, detectar el 70% de las lesiones precancerosas y asegurar tratamiento de calidad al 90% de los casos. Con estos objetivos, se aspira a eliminar el cáncer de cuello uterino en los próximos 100 años, una meta ambiciosa pero alcanzable, como ya ocurrió con la viruela. Como en una metáfora futbolística, el Dr. Castro afirma que al virus del papiloma humano hay que sacarle la tarjeta roja, porque el sueño es claro y posible: una vida sin VPH.
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Intervención completa en:
ESTRATEGIAS PARA QUE COLOMBIA RECUPERE LOS ÍNDICES DE VACUNACIÓN CONTRA EL VIRUS DEL PAPILOMA HUMANO
Resumen. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina