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El Académico Correspondiente, Dr. Franklin Escobar Córdoba, subraya que la soledad puede tener condiciones diferentes: es objetiva cuando una persona no cuenta con relaciones sociales significativas y se encuentra en una especie de aislamiento social; subjetiva cuando un individuo se encuentra rodeado por personas, pero internamente se siente solo; o existencial cuando la mente se llena de preguntas inherentes a la condición humana sobre la vida y la muerte, y existe un vacío interior que no se puede llenar con interacciones sociales.
La OMS advierte que una de cada seis personas en el planeta se siente sola, y en países industrializados ese porcentaje se eleva a casi un tercio de la población. En adultos mayores y mujeres, la soledad está presente en mayor proporción que en otros segmentos de la población.
En Colombia, el 18% de los hogares son unipersonales y solo en Bogotá 1.500.000 personas viven solas o con una mascota. El 34% de las personas mayores de 18 años afirma no tener una red de apoyo o de confianza.
La soledad se ha asociado a mayor riesgo de mortalidad y una peor calidad de vida. En el mundo, es un problema de salud pública cada vez más frecuente y ha sido abordado con mayor rigor las últimas décadas en publicaciones científicas.
Anota el Dr. Escobar que la soledad impacta directamente algunas áreas del cerebro, pero también afecta el sueño y el ritmo circadiano. Se dispara la ansiedad social, se magnifican los pensamientos de autoreferencia, con un autoanálisis constante, tendencia a la comparación y búsqueda de aprobación o validación externa.
Aunque no está considerada directamente como un síntoma de enfermedad mental, sí es un factor que puede contribuir a desarrollar depresión, ansiedad o trastornos de la personalidad.
El desarrollo de redes sociales, pero no las que conocemos como redes sociales digitales, puede ser un elemento protector. Establecer esas redes sociales de apoyo con aficiones o intereses en común, o coincidencias en aspectos como la espiritualidad, puede contribuir a crear un tejido que soporte emocionalmente al individuo.
La terapia cognitiva conductual, la terapia interpersonal, la terapia de grupo, el desarrollo de programas para reducir el aislamiento pueden ayudar a las personas a lidiar mejor con la soledad.
Los seres humanos por naturaleza somos seres sociales; sin embargo, señala el Dr. Cristian Camilo Llano, especialista en geriatría, muchos adultos mayores por situaciones familiares o personales se sienten excluidos. Factores individuales, sociales, medioambientales y socioeconómicos pueden determinar esta situación.
No tener pareja, el lugar en el que se habita y el “analfabetismo digital” pueden contribuir a empeorar esta condición de soledad o aislamiento social.
En 2017, la CEPAL – Comisión Económica para América Latina y el Caribe – determinó que en la región había 71 millones de adultos mayores, cifra que ascenderá a 121 para 2030. Y este envejecimiento no ocurre solo en Latinoamérica; es global. Hace poco más de 40 años, la pirámide poblacional era justo eso, una pirámide. Hoy esa base robusta ha disminuido notoriamente, mostrando un obvio aumento en el grupo de adultos medios y adultos mayores cuyo envejecimiento será dispar; algunos tendrán un envejecimiento considerado saludable, pero otros muchos no, generando preocupación en los sistemas de salud.
Dos fenómenos se presentan en el envejecimiento: el inflammaging y la inmunosenescencia. El inflammaging es una inflamación crónica, de bajo grado y de bajo nivel que se produce de forma natural con la edad, y la inmunosenescencia es el envejecimiento del sistema inmunitario. Esta inflamación acelera el envejecimiento, aumenta la fragilidad y es un factor de riesgo para enfermedades crónicas asociadas a la edad, enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y cáncer. Estos dos procesos están interrelacionados: la inmunosenescencia puede llevar a un aumento del inflammaging, y el inflammaging a su vez afecta la función inmunitaria, en una especie de círculo vicioso.
Sostiene el Dr. Llano que la soledad contribuye a un deterioro funcional y al aumento de la mortalidad hasta en un 45% de los casos. El aislamiento social aumenta el riesgo en diabetes, en accidentes cerebrovasculares, en fallas cardiacas y en desarrollar signos de demencia.
Los factores protectores para prevenir esta creciente problemática, de acuerdo con la OMS, son: establecer redes familiares y sociales, realizar actividad física, practicar alguna actividad artística, hablar con profesionales de la salud mental. Las pérdidas y el duelo son comunes en esta etapa de la vida y aprender a lidiar con ello es también parte importante de la salud mental.
La soledad tiene un impacto notable en la salud física y mental de los adultos mayores y es un tema que no puede ser subestimado.
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Intervención en: FORO: SOLEDAD Y SALUD MENTAL
Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina